La virtud de la paciencia se manifiesta como un elemento crucial que se entrelaza con la abstracción a través del color amarillo, simbolizando la serenidad y la espera. Las tres líneas horizontales llevadas a cabo por Rebeca Plana representan la progresión gradual del tiempo, reflejando una calma persistente a medida que el observador se sumerge en la obra. La simplicidad y repetición en la composición enfatizan la importancia de resistir el impulso de la prisa, fomentando la quietud y la persistencia.